dilluns, 13 d’octubre del 2014

‘Sanshiro’ (Impedimenta), de Natsume Sōseki


Hace aproximadamente seis años que descubrí al autor de este libro, Natsume Sōseki, cuando su novela Botchan fue galardonada con el Premi Llibreter. Esta obra me sorprendió mucho por su frescura y, sobretodo, por lo actual de su discurso teniendo en cuenta que fue escrita a principios del siglo XX. Sin embargo, aunque me entusiasmó su lectura no ha sido hasta hace poco que he vuelto a perderme en otra de sus novelas: Sanshiro (1908), que está considerada como un puente entre sus dos obras maestras: Botchan (1906) y Kokoro (1914).

El estilo narrativo de Sanshiro mantiene esa fresca elegancia, sencilla y rica a la vez, que evidencia la destreza de Sōseki como haijin (autor de haikus). No obstante, la historia tiene un carácter mucho más introspectivo que Botchan. El escritor recrea no sólo un mundo cambiante, que se occidentaliza a medida que los tiempos avanzan, sino, también, a unas personas que tratan de adaptarse a ese entorno que se va definiendo. Y es justo en ese ambiente híbrido donde el protagonista, Sanshiro, se erige como el testigo de un cambio que socava tanto lo social como lo personal. Puesto que, además, proviene del medio rural (de donde se ha mudado para instalarse en Tokio), Sanshiro se convierte en una especie de símbolo en el que convergen tradición y progreso.

El detallismo que impregna toda la obra, con sus minuciosas descripciones de ambientes y gestos, con sus precisas reflexiones y con sus acertados diálogos, otorgan a la narración un calado profundo y ligero al mismo tiempo. Porque Sōseki se vale de la nitidez de las palabras para iluminar con ellas nuestra comprensión. Es curioso que uno de los personajes de la novela sea un pintor porque, en cierto modo, hay mucha estética en su narración. Y no sólo en un sentido bello o armónico,  sino en un sentido interpretativo ya que las escenas que describe son como retablos que representan o ejemplifican.

Sanshiro es una novela que relata la gestación del Japón que conocemos ahora. El retrato, a través de sus personajes, de la metamorfosis que experimentó la mentalidad de la sociedad japonesa al entrar en el occidental siglo XX. Una obra bellísima que demuestra lo universal del pensamiento y del sentimiento humano.

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