Vampirismo y moda son las claves que definen a esta novela.
Y, en efecto, los dos conceptos están muy presentes a lo largo de todo el
argumento. Para empezar, el protagonista es una de esas criaturas míticas de la noche que
encarnan a la perfección el ideal romántico y la estética victoriana adaptada,
eso sí, al paso del tiempo a través de los múltiples tamices por los que la
literatura y el cine les ha hecho pasar. Y qué mejor que la sofisticación de un
vampiro para arrastrar al lector a través de décadas de tendencias, a lo largo del
siglo que convirtió a los diseñadores de moda en unas criaturas casi tan
míticas cómo los ‘no muertos’.
De eso trata Malditos, la primera novela de Irene Claver:
de la historia de un vampiro condenado que lucha por romper un maleficio. Y en
su aventura, que se repite en diferentes épocas del siglo XX, su apariencia se
va adaptando a los estilos que imperan, haciendo de su periplo un larguísimo
desfile que abandera las últimas tendencias.
Pero yo, además de todo eso, creo que Malditos es un cuento de hadas moderno. No falta en la historia ninguno
de los elementos folclóricos que remiten a leyendas primigenias. Gina, la
protagonista, no es otra que la princesa maldecida, ligada a una edad simbólica
que en este caso no son los 16 sino los 27. También tenemos a la bruja malvada,
brujo en este caso; y a la madrina, que nos hace de narradora. Y, por supuesto,
hay un príncipe. Aunque sea un nosferatu.
Esta original mezcla de leyenda, romanticismo y modernidad
ha dado lugar a una novela fascinante que transita entre el estilo costumbrista
de las primeras décadas del siglo, y la feroz narrativa que retrata los ochenta
en forma de vorágine literaria. En ambos casos, el conocimiento del mundo de la
moda y de las tendencias de la autora, Irene Claver, es más que evidente. Sus
referencias no sólo al vestir, a los modistos y diseñadores, sino también a la
música, locales y ciudades, son constantes. Se cuelan en el relato con
maestría, y ofrecen al lector una perspectiva única del cambiante universo de
la modernidad que, llegado a los ochenta, se desboca hasta el desenlace final.
Malditos es una
novela admirable no sólo por el dominio con que la autora maneja tanta
información sino, sobre todo, por su pericia literaria. El estilo camaleónico
de Claver es el reflejo mismo de la versatilidad de la moda, un aliciente más
para dejarnos subyugar por una historia colmada de referentes míticos que destila, además, muchísima fantasía.