Creo que existe una especie de
umbral en la vida que delimita la ida y la vuelta. Un punto a partir del cual tienes
la sensación de que vuelves a recorrer el trayecto que dejaste atrás. Una vez
cruzado ese acceso nos asalta el impulso de girarnos hacia atrás para
contemplar los pasos que hemos dado y, al hacerlo, tenemos la impresión de avanzar
por un camino circular que nos acerca de nuevo al punto de partida.
Esa sensación de inversión del
tiempo es la que impregna toda la historia de El sentido de un final. Y, por si no quedase suficientemente claro,
el autor se encarga de dejarnos señales como el reloj colocado en la cara
interna de la muñeca de los protagonistas o el fenómeno del río que fluye al
revés. Son detalles que en un principio parecen insignificantes, pero que hacia el
final se llenan de un significado rotundo y revelador. Como pasa con los
pequeños sucesos tempranos de la vida que acaban siendo los más
trascendentales.
En sí, ese es el gran tema de la
novela: el valor del tiempo y la volubilidad de los recuerdos. A través de la
historia del protagonista, Tony Webster, que nos relata en primera persona su
vida, Julian Barnes nos ofrece una lúcida reflexión sobre ese misterio que es
la existencia humana. Un enigma en el que a veces nos sentimos perdidos y, más
a menudo, incomprendidos y sin comprensión ( ‘no has entendido nada’, reprende
a menudo uno de los personajes al protagonista). En ese análisis, tan profusamente
detallado como maravillosamente escrito, reside la gracia del argumento.
Tony Webster nos habla de su
experiencia en el instituto, de sus inquietudes, de sus pensamientos y de su
relación con tres amigos y su primera novia. De esa época guarda recuerdos que
le marcaron (o que él así lo cree) y que, sin saberlo, tendrán influencia en el
futuro. Pero cuando éste llega y un personaje del pasado irrumpe de nuevo en su
vida, se da cuenta de que ni él ha cambiado tanto, ni sus recuerdos son fiables.
El sentido de un final es una obra intensa y reflexiva que nos
vuelve el alma del revés para demostrarnos la inconstancia de las emociones.
Una novela que me ha hecho recordar aquel cuento sobre los tres sabios ciegos
que palpando diferentes partes de un elefante creen saber cómo es el animal.
La introspecció sempre ofereix nous camps per a l'experiment literari.
ResponEliminaDoncs sí, Olga, i autors com en Barnes en són uns grans mestres. Gràcies per les teves aportacions!
EliminaFa pocs dies que el vaig acabar. Ben vist el punt del rellotge amagat I el riu contra corrent. A mi em va tocar com arriba a ser certa la fragmentació de la memòria, com com una pel.lícula retallada en flaixos.
ResponEliminaQuina casualitat que l'acabessis justament ara... Jo me'l vaig llegir perquè és el llibre del Club de Lectura de la biblioteca d'aquest mes.
EliminaI sí, a mi tambe em va impactar això que comentes de la fragmentació de la memòria, i el fet que, de cop i volta, et retornin records que no sabies que tenies
Gràcies per comentar!!!