Hace aproximadamente seis años que descubrí al autor de este libro,
Natsume Sōseki, cuando su novela Botchan
fue galardonada con el Premi Llibreter. Esta obra me sorprendió mucho por su
frescura y, sobretodo, por lo actual de su discurso teniendo en cuenta que fue escrita
a principios del siglo XX. Sin embargo, aunque me entusiasmó su lectura no ha
sido hasta hace poco que he vuelto a perderme en otra de sus novelas: Sanshiro (1908), que está considerada
como un puente entre sus dos obras maestras: Botchan (1906) y Kokoro (1914).
El estilo narrativo de Sanshiro
mantiene esa fresca elegancia, sencilla y rica a la vez, que evidencia la destreza
de Sōseki como haijin (autor
de haikus). No obstante, la historia tiene un carácter mucho más introspectivo
que Botchan. El escritor recrea no
sólo un mundo cambiante, que se occidentaliza a medida que los tiempos avanzan,
sino, también, a unas personas que tratan de adaptarse a ese entorno que se va
definiendo. Y es justo en ese ambiente híbrido donde el protagonista, Sanshiro,
se erige como el testigo de un cambio que socava tanto lo social como lo
personal. Puesto que, además, proviene del medio rural (de donde se ha mudado
para instalarse en Tokio), Sanshiro se convierte en una especie de símbolo en
el que convergen tradición y progreso.
El detallismo que impregna toda la obra, con sus minuciosas
descripciones de ambientes y gestos, con sus precisas reflexiones y con sus
acertados diálogos, otorgan a la narración un calado profundo y ligero al mismo
tiempo. Porque Sōseki se vale de la nitidez de las palabras para iluminar
con ellas nuestra comprensión. Es curioso que uno de los personajes de la
novela sea un pintor porque, en cierto modo, hay mucha estética en su
narración. Y no sólo en un sentido bello o armónico, sino en un sentido interpretativo ya que las
escenas que describe son como retablos que representan o ejemplifican.
Sanshiro es una novela que relata la gestación del Japón que conocemos
ahora. El retrato, a través de sus personajes, de la metamorfosis que
experimentó la mentalidad de la sociedad japonesa al entrar en el occidental
siglo XX. Una obra bellísima que demuestra lo universal del pensamiento y del sentimiento humano.
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