Erigida entre la crónica y la fábula, esta
asombrosa novela mezcla la realidad y la ficción de una época que se sitúa en
una Barcelona sórdida en la que empieza a aflorar el cosmopolitismo.
Según explica el propio autor en las notas de la reedición de 2001, empezó a escribir La ciudad de los prodigios en 1976, poco después de que apareciese su primera novela: La verdad sobre el caso Savolta. Eduardo Mendoza cuenta que empezó a escribirla fuera de su Barcelona natal, epicentro ambiental del argumento, pero que la rescató una vez instalado en la Ciudad Condal y la reescribió siendo finalmente publicada en 1986 por la editorial Seix Barral.
Puesto que la trama tiene lugar en el período
transcurrido entre las dos exposiciones universales celebradas en
Barcelona, el 1888 y el 1929, se puede
pensar que se trata de una novela histórica pero no es así. De hecho, Mendoza
ya advierte en el prólogo que se trata de una transcripción de la memoria
colectiva de una generación de barceloneses. El resultado es una crónica
novelada que retrata la evolución de una sociedad hasta alcanzar su desarrollo
industrial, económico y social. Este proceso se narra a través de la singladura
vital del protagonista, Onofre Bouvila, quien llega desde un pueblo primitivo y
rústico de la Cataluña profunda a una bulliciosa y caótica Barcelona que justo
inicia su camino hacia la industrialización.
Las primeras páginas muestran al jovencísimo Bouvila como la encarnación de los
integrantes de las clases sociales más humildes. Acuciado por la miseria, el
chico se ve obligado a avivar su ingenio
para desenvolverse en una ciudad ahogada en la pobreza y en las
privaciones. No obstante, pronto se da cuenta de que el empeño y la astucia no
son suficientes para alcanzar las metas que se ha propuesto y enseguida da
rienda suelta a su falta de escrúpulos. Su ambición, su frialdad y su impiedad
le catapultan hacia el éxito económico convirtiéndole en uno de los hombres más
ricos e influyentes tanto de Cataluña como de España.
Esta historia de ascensión financiera
arranca durante la época de construcción de las instalaciones destinadas a la
Exposición de 1888, cuando Onofre se hace repartidor de folletos anarquistas.
Su vinculación con esta filosofía económica y social sólo se basa en la
necesidad del joven de obtener unos ingresos, ya que a él no le interesa ni el
Estado ni la clase obrera: sólo le mueve su propio egoísmo y el deseo de
hacerse rico. Con esta idea en mente, se hace vendedor de crece pelos hasta que
consigue introducirse en el turbio mundo de los negocios ilegales y de allí a
la especulación inmobiliaria.
En este recorrido vital no sólo vemos
cómo despierta una ciudad que se abre urbanísticamente y que se desarrolla como
centro económico, político y social; vemos también un heterogéneo reparto de
personajes, algunos reales y otros ficticios, cuyas personalidades e historias
se entrelazan en la trama convirtiéndola en una obra coral que fluye entre lo
novelístico y lo anecdótico. De esta manera, aparecen figuras pretendidamente
históricas pero que no lo son, hechos que se transforman en leyendas y mitos que nacen de
una voluntad fabuladora para mostrar una Barcelona más libresca que histórica.
Gracias a todos estos elementos,
argumentales y estilísticos, Mendoza consiguió con La ciudad de los prodigios consolidar su prestigio literario. Su imaginación
desbordante se une en este libro a su habilidad para barajar diversos géneros ofreciendo
una obra en la que podemos encontrar novela negra, histórica, folletinesca y
hasta fantástica. Pero, sobre todo, despliega una prosa evocadora, muy rica y,
sin embargo, sencilla que enaltece hasta lo misérrimo.
De este autor leí algunos libros durante mi adolescencia. Justo hoy pensaba en buscar algo de él para leer próximamente. Me apunto este título, a ver qué tal la experiencia :-)
ResponEliminaUn fuerte abrazo!
Hay quien dice que es su mejor novela, Víktor, muy distinta de la línea humorística de 'Sin noticias de Gurb' que es la que hacen (o hacían leer en mi época de librera) en los institutos. Espero que te guste. Ya me contarás.
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