Como los caminos de la literatura son inescrutables, de vez
en cuando surge lo que se conoce con el nombre de ‘fenómenos literarios’ y Intemperie es uno de estos prodigios. A pesar lo complicado que resulta editar,
Jesús Carrasco consiguió irrumpir en el panorama literario de una manera
rotunda y nada menos que ¡con una primera novela!
Logró ser todo un éxito en la Feria de Frankfurt de 2012 de manera que, antes incluso de ser publicada en España, trece países la editaron. Tras ese deslumbrante despegue, el libro no ha dejado de recibir los elogios más entusiastas, las reseñas más admiradas, ni algún que otro galardón de prestigio. Ante tal despliegue de alabanzas es inevitable no querer adentrarse en su lectura, con el secreto (o no) propósito de dar respuesta a estas preguntas: ¿qué es lo que tiene esta obra para haber logrado un reconocimiento de tal magnitud? ¿Qué puede aportar la novela que no se haya explotado ya en decenas de libros?
Logró ser todo un éxito en la Feria de Frankfurt de 2012 de manera que, antes incluso de ser publicada en España, trece países la editaron. Tras ese deslumbrante despegue, el libro no ha dejado de recibir los elogios más entusiastas, las reseñas más admiradas, ni algún que otro galardón de prestigio. Ante tal despliegue de alabanzas es inevitable no querer adentrarse en su lectura, con el secreto (o no) propósito de dar respuesta a estas preguntas: ¿qué es lo que tiene esta obra para haber logrado un reconocimiento de tal magnitud? ¿Qué puede aportar la novela que no se haya explotado ya en decenas de libros?
Tras haber leído con no poca curiosidad esta historia, aún
no sé la respuesta. Lo único que creo que puede explicar el milagro es que está
maravillosamente escrita. Ya en el primer
parágrafo nos asalta una prosa excelente. No hace falta ser un genio para apreciar enseguida
el extraordinario dominio que el autor tiene del lenguaje y del ritmo
narrativo. Posee una ejecución tan brillante en las descripciones que dignifica
hasta lo más miserable. Esto es, a mi parecer, el punto fuerte, el pilar sobre el que se
sustenta toda la novela. Lo que no tengo tan claro es que sea suficiente para
justificar los laureles con los que la han coronado desde su aparición. Me explico: Intemperie es un relato escrito de manera sobresaliente que delega la mayor parte de su fuerza en la voz literaria, dejando poco espacio a la acción y a las motivaciones de los personajes.
El relato se sitúa en un contexto atemporal, siendo su protagonista un niño que huye de su pueblo natal. No sabemos por
qué, ni hacia dónde, aunque más adelante se aclaren vagamente estos interrogantes.
Tampoco se explica mucho sobre su pasado, sólo breves retazos en formas de
recuerdo. No conseguimos descubrir cuáles son sus anhelos, sus esperanzas o sus pensamientos.
El único sentimiento que se refleja es el miedo, el terror que es el resorte
que le ha impelido a escapar, enfrentándose a un mundo inhóspito, sin nombre ni
tiempo, un espacio que es una especie de alegoría de la lucha que nos enfrenta
a la vida y a nuestros temores. En este universo hostil, hostigado por sus
perseguidores, el niño sólo tiene un aliado: un pastor solitario que, también
sin que sepamos por qué, le ayudará en su enfrentamiento a la dureza de la huida.
Para mí, son demasiadas cuestiones sin respuesta y demasiado sufrimiento sin
sentido. He disfrutado leyendo el libro pero, al acabar, no he conseguido
extraer una reflexión clara de la novela.
Creo que la historia es una especie de parábola sobre la
resistencia y el afán de supervivencia. Es posible que el ‘mensaje’ sea
que debemos ser constantes y luchar para seguir nuestro camino. Como ya
he dicho, el puntal de la novela es su elaborada prosa, un relato casi
esculpido a base de palabras, algunas tan recónditas que únicamente las he
podido ubicar por el contexto. He disfrutado con la intensidad de las imágenes,
fácilmente evocables ante tal despliegue de vocablos. Sin embargo, he echado de
menos un poco más de profundidad psicológica en los personajes, algo que me
permitiera comprender el motivo de ese desesperado periplo que los protagonistas emprenden hacia no se sabe
dónde, con el sufrimiento casi como único equipaje.
No me sorprende que una prosa tan exquisita y afilada haya cautivado tanto a editores como a críticos, y me alegra que se valore. Pero me habría gustado que el autor se hubiese arriesgado un poco más con el argumento. Que, al igual que sus protagonistas escarban el suelo en busca de agua, hubiese hurgado en el alma de sus personajes para ofrecernos cuanto tuviesen que explicar.
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